No puedo ir
Déjenme un tiempo al menos
en esta soledad amarga:
quiero descender al fondo de mi alma.
Déjenme callado entre mis tardes,
debo cancelar su imagen
olvidar su piél,
su aroma,
y dar el luto de su ausencia al áire.
Me iré después
a donde vaya el corazón y,
tal vez ahí,
me enfrente renovado y libre
a mí mismo,
como un guerrero triste
que a fuerza de dolor y heridas,
ha logrado huir de su melancolía.
No voy a ir amigos.
Vayan y crezcan la fiesta
y las sonrisas
y la vida;
bailen sintiéndose queridos,
unan sus manos,
junten sus cuerpos,
besen lo que aman.
Prométanse reir sin preocuparse,
sin extrañar a este camarada
que hoy se siente,
simplemente,
abandonado...
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