Sorprendido y quieto ante el ocaso
trato de encontrar una respuesta
a las preguntas que antes hizo Pablo:
¿Cómo hiciste Dios para iluminar
de colores y armonía los espacios?
¿Cómo pintaste de intensidad
y de cobre los ocasos?
¿De donde, dime, trajiste
el amarillo oro que has usado,
si antes de moverte y ser el tiempo,
todo era silencio obscuro y caos?
Toda la existencia vive en Ti, lo sé;
y a Ti regresa como un flujo oceánico;
pero cuando dejas que este corazón
y los sentidos vibren extasiados
ante la grandeza inasible de tu Obra
y el eterno esplendor de tus ocasos,
quiero ser como Tú en mis sueños,
crear un mundo de rodados cantos
y colores vivos para que camine aquella
que hasta a mí has traído y que yo amo tanto...
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